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viernes, 21 de diciembre de 2012

MAÑANA ES LA ÚNICA UTOPÍA

ARTE Y LITERATURA
José Saramago
Premio Nobel Literatura 1998
Hermosa poesía para reflexionar


Frecuentemente me preguntan que cuantos años tengo...
¡Qué importa eso!.  
Tengo la edad que quiero y siento.
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer los que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido.
Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción
de mis deseos.

¡Qué importa cuántos años tengo!.
No quiero pensar en ello.
Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dicte.

Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, 
para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos
rectificar caminos y atesorar éxitos.

Ahora no tienen porque decir: Eres muy joven, no lo lograrás
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero
con el interés de seguir creciendo.

Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar
con los dedos, y las ilusiones se convierten en esperanza.

Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada
ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada.
Y otras en un remanso de paz, como el atardecer en la playa.

¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar,
pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas
que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas...valen 
mucho más que eso.

¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, sesenta u ochenta...!
Lo que importa es la edad que siento.
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo
la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.

¿Qué cuántos años tengo? ¡Eso a quién le importa!.
Tengo los años necesarios para perder el miedo y
hacer lo que quiero y siento. 

martes, 11 de diciembre de 2012

¨AHORA EL VIEJO SOY YO¨

Quiero compartir con ustedes esta reflexión sacada del boletín de ASOPEN, escrito por Ramiro Vargas

A todos nos va llegando el momento de repetir lo que dice la canción: ¨Ya se murió mi viejo, ahora el viejo soy yo¨.

Envejecer no es lo mismo que ser viejo y no es fácil para todos.  es un proceso que comporta numerosas pérdidas, pero también ganancias como decía un psicoterapeuta, envejecer es un arte contradictorio: por una parte es un naufragio y por otro una progresión.

es un naufragio porque comporta numerosos duelos por la pérdida de la energía vital, la juventud perdida, la esperanza de la vida, la salud (aparecen los achaques), familiares y amigos de la misma edad que fallecen, el trabajo y el éxito profesional, la autonomía personal, hasta la independencia económica.

No obstante, en el peor de los casos, dicen los especialistas es posible experimentar un importante crecimiento interior y aprender a saborear la vida de otra forma, puesto que envejecer también es una ganancia en términos de experiencia, sabiduría, crecimiento interior y espiritual.

Mientras en unas sociedades el miedo a la vejez y el deterioro físico se contagian y los ancianos son percibidos como una carga, en otras son considerados auténticos tesoros.  Esto es lo que sucede en la isla Japonesa de OKINAWA, que cuenta con numerosos habitantes centenarios, por lo cual es llamado por OMS la región de la longevidad.  Este caso no es explicable porque no es solo por la genética, ya que se ha comprobado que cuando sus habitantes abandonan la isla disminuye su esperanza de vida.

La admirable longevidad de estos japoneses se debe también a su bienestar psicológico.  Son ancianos socialmente activos, optimistas frente a los problemas y se sienten felices de ser viejos, sin tener la sensación de que son un peso o una carga para la sociedad.  El bienestar psicológico, ser felices en esta etapa de la vida, es crucial para envejecer bien y vivir más.

La preparación mental y espiritual es fundamental para alcanzar este momento con sosiego.  La principal tarea de los que se hacen mayores es aspirar al gran desapego y estar en conexión con su yo más profundo.  Esto lo logran con ejercicios de respiración y de meditación, dos prácticas muy extendidas en las culturas orientales.  Todas estas técnicas preparatorias pueden servir para vivir una vejez feliz, plena y un final sereno.